La gestión de riesgos generalmente se asocia a un proceso que realiza la empresa para identificar y evaluar riesgos con el objeto de tomar medidas y realizar acciones que permitan que la exposición de la empresa a estos riesgos se mantenga dentro de niveles aceptados.
Ahora bien, cuando evaluamos los riesgos, se tiene en cuenta la probabilidad de ocurrencia de eventos que pueden causar daño o perjuicio a la empresa, y se tiene que considerar además la cuantificación de ese daño o perjuicio, lo que se conoce como “impacto”.
Es importante que, al evaluar los riesgos, las empresas consideren la posibilidad de ocurrencia de eventos, que aun cuando no les haya afectado antes, o que tenga una muy baja probabilidad de ocurrencia, en caso de ocurrir, podría impactar de manera importante a la empresa.
Muchas veces nos encontramos frente a ejecutivos o empresarios que no toman en cuenta estas vulnerabilidades de la empresa, aduciendo que nunca les ha afectado o que es muy poco probable que ocurra, pero la experiencia nos ha demostrado que en ocasiones son estos eventos los que han causado más daño a la empresa. Es cosa de recordar lo acontecido a grandes empresas tales como Kodak, Nortel o Toys, o analizar lo que está actualmente ocurriendo a empresas hoteleras y transporte.
Tales consecuencias para una organización pueden surgir de grandes catástrofes e interrupciones, como pandemias, desastres naturales, mercados financieros congelados, aplicaciones de nuevas tecnologías, cambios en el comportamiento de patrones de consumo, o de incidentes menores que tal vez nunca se habían considerado.
En estas situaciones extremas, tales catástrofes pueden tener consecuencias graves no sólo para un modelo de negocio, sino también para la continuidad de la empresa. Si bien es imprescindible proteger a los modelos de negocio, preservar la continuidad de la empresa es aún más importante, ya que, sin un negocio en marcha, un modelo de negocio no tiene manera de operar o adaptarse a los cambios.
Es por esto, que cuando estamos en estos escenarios, se hace necesario mantener bajo resguardo la reputación, esto es, cumplir con compromisos y obligaciones, pero no es el momento de reforzar un modelo de negocios que, aún cuando haya funcionado satisfactoriamente hasta antes del evento, se cree que continuará con igual tendencia una vez iniciada la etapa de recuperación.
Frente a estas interrupciones y crisis tan largas, muchos factores externos pueden haber cambiado: las preferencias de nuestros clientes, la tecnología, las necesidades de la gente, la situación financiera y económica del país, la situación global, la competencia, la manera de trabajar, los procesos y logística, en fin, es el momento de estar atento para introducir los cambios que se van a requerir bajo los nuevos escenarios, considerando además que nuestra evaluación de los riesgos debe también ajustarse a esta nueva realidad.